viernes, 11 de junio de 2010

Alvaro Siza o la ética detrás del oficio, por Germán del Sol Stuven

"Quiero decir, ya no es el revolucionario
que intenta que las masas cambien de parecer
o adhieran a determinadas doctrinas,
sino que es el hombre,
en la intimidad de sus decisiones,
el que cambia el mundo y fija el ejemplo a seguir."

El siguiente texto fue tomado del blog de Germán del Sol Stuven (http://germandelsol.blogspot.com/) en que realiza un interesantísimo análisis del libro de Rafael Moneo sobre Alvaro Siza “Contra la indiferencia como norma” y en el cual analiza desde su punto de vista personal las cuestiones principales sobre las que gira su idea sobre arquitectura.


La ética detrás del oficio

En relación al texto de Rafael Moneo sobre Álvaro Siza - Vieira,
me propongo analizar las cuestiones principales
en torno a las que gira su idea de la arquitectura.

Considerando que Moneo comienza dando algunas pinceladas
sobre lo que caracteriza al arquitecto portugués,
para luego aplicar sus parámetros
en un minucioso análisis de algunas de sus obras,
me parece que lo importante en este ensayo
es destacar aquellos aspectos
que hicieron de Siza un artista singular,
y creo que esto requiere, antes que nada,
comprender la ética en la que se fundamenta su oficio.

Si tomamos en cuenta algunas de las enseñanzas de Sartre,
en “El existencialismo es un humanismo”
entenderemos que él le otorga la responsabilidad al individuo.
Pero no a un individuo aislado,
sino a un individuo que forma parte de un cuerpo social
y que, por lo mismo - dicho en simple -,
debe sopesar sus actos conforme a cómo sería el mundo
si todos actuaran como él.
Quiero decir, ya no es el revolucionario
que intenta que las masas cambien de parecer
o adhieran a determinadas doctrinas,
sino que es el hombre,
en la intimidad de sus decisiones,
el que cambia el mundo y fija el ejemplo a seguir.

En el contexto del movimiento moderno,
donde quizás el ego del artista
ha sido profundamente sobrevalorado,
adquiere aún más valor la presencia
de un personaje como Álvaro Siza,
fiel cuidador de una ética
en la que hacer las cosas enseña a hacerlas.

En mayor o menor medida, todos somos testigos
de la proliferación de arquitecturas meramente estéticas,
en las que parece que el arquitecto quisiera gritarle al transeúnte:
“Yo construí esto, Mírame”
Proyectos pensados para la fachada,
o la foto de publicación.
Sin embargo, Moneo dice sobre Siza que “él no actúa,
simplemente desvela aquello con lo que nos sorprende”

Entiendo de lo anterior,
que el arquitecto no está para imponer maneras de habitar,
o de moverse. Ante la pregunta de cómo trabaja,
Siza contesta que primero busca,
y luego reconoce la realidad,
siempre atento, al lugar, a la gente, a los materiales.
Por lo mismo, resulta que su labor
no es - obviamente - la de Dios, que crea,
en todo el sentido de la palabra,
sino la del poeta,
que recoge lo existente
y le da una nueva mirada.

La osadía de su trabajo consiste en detenerse,
en comprender lo que ocurre en el lugar;
cómo se mueven las personas, cuáles son su necesidades.

Su maestría reside en ser capaz
de vislumbrar lo que ya ocurre,
y darle un lugar propicio.

Es por esto que no cabe aquí el ególatra moderno,
ya que cuando este propósito se cumple,
el artista desaparece.

También dice Siza,
que “un lugar es por lo que es y por aquello que quiere ser”
y luego “No pongo a prueba la madera de la nave en el mar,
los excesos la destruirían. Estudio las corrientes, los remolinos”

De ahí que no tenga mucho sentido exigirle al espacio
que sea, desde cero, lo que el arquitecto quiere.

El objetivo será apropiarse de lo que ya existe,
y permitirle que se transforme en lo que quiere ser.
A través de su mayor o menor sintonía con el hombre,
el arquitecto intentará que lo que ya está presente,
adquiera su máximo esplendor en la obra.
Pero esto no pasa si el que proyecta
está aislado del azar propio de la vida,
buscando lo nuevo por lo nuevo,
en la frialdad de su estudio.
Por el contrario,
pasa en el contacto con la realidad y su ambivalencia,
en la comprensión del epicentro de conflictos
que es cualquier actividad humana.

Y entiendo que es en la manera de resolver dicho problema
donde nace propiamente el arte,
cuyo resultado final es - dirá Siza - siempre una sorpresa.

Porque como él no está esperando
que el lugar se convierta en algo determinado,
el proyecto acabado aparece frente a los ojos
como la forma mas evidente
de congeniar las variables disponibles.

Y cuando esto se ha conseguido sin ostentaciones,
no podría ser menos que impactante.


Nos sirve como ejemplo de lo anterior,
el restaurante Boa Nova,
en el cual Siza recibe un escarpado roquerío junto al mar.

El arquitecto podría haber dinamitado las rocas,
y construido encima lo que viniera a su antojo.
Pero, conforme a la ética que hemos descrito,
opta por aprovechar lo que el paisaje le ofrece,
no para imitarlo,
sino para articular su proyecto en torno a él.
Y eso no significa, por disparatado que parezca el ejemplo,
que el restaurante deba tener forma de roca
para que se asemeje a su entorno,
sino simplemente que los muros emergen de ellas
adoptando su característica esencial, la cimentación.

Acto seguido entonces, viene la determinación,
aquello que Siza “dice” sobre lo que ya estaba dicho;
esa línea horizontal del techo
que modesta pero inequívocamente declara la presencia humana
a través de una continuidad geométrica,
inexistente en la naturaleza (la recta).

Algo similar podemos apreciar en las piscinas de Leca da Palmeira,
donde nuevamente Siza recibe un roquerío,
aunque esta vez con una misión diferente.

Para permitir que las personas se bañasen,
lo único realmente necesario
era contener y apaciguar las aguas,
cosa que el arquitecto consigue
levantando pequeños muros verticales entre las rocas
que permiten que el agua se acumule y no escurra.

Pero son los pequeños detalles los que importan.
Porque no construye todos los muros que puede,
sino sólo los imprescindibles,
valiéndose de las rocas para que realicen el trabajo restante.

Y yo no llamaría a esto minimalismo, sino sentido común,
consciencia de escala, por último, humildad.

Por si fueran pocos los ejemplos,
tenemos las viviendas sociales de Malagueira,
en las que para conseguir
el aparcamiento organizado de los autos,
Siza no pinta líneas de demarcación;
le basta con establecer la medida justa de la calle
para que eso suceda como sucede.
En términos poéticos,
diríamos que no le construye el verso al lector,
sólo da el pie forzado para que él pueda acabarlo.

En conclusión, podríamos decir
que la obra de Siza brilla desde su luz interior,
dialogando con lo que las cosas son en esencia,
y que esto viene dado
por un fuerte sentido de la responsabilidad
que supone hacer arquitectura.

Por ello, acabo con la sensación
de que el origen de la calidad de su obra
está en su ética, y no en su estética.

Aún más, creo que él construye desde la pregunta incesante,
desde los contrastes,
así que si nos llega a parecer
que en sus últimas obras se desvió un poco del camino acostumbrado,
veremos a Pessoa salir en su defensa:
“Nada es más representativo de la vida que aquellas noticias de los diarios
que desmienten hoy lo que esos mismos diarios dijeron ayer”
(Libro del Desasosiego, Emecé)

Germán del Sol Stuven
escritor y músico

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algunas frases


La arquitectura es una de las formas más completas en que una época puede manifestarse, porque es la resultante de dos grandes fuerzas: el espíritu de la época y los recursos con que ella cuenta. Una época que tenga un gran espíritu construye, aún con recursos pobres, si estos se emplean bien, grandes obras.

Amancio Williams, carta a su hermano Mario


La construcción es el arte de configurar un todo con sentido a partir de muchas particularidades. Los edificios son testimonios de la capacidad humana de construir cosas concretas. El núcleo propio de toda tarea arquitectónica reside, para mí, en el acto de construir. Es aquí, cuando los materiales concretos se ensamblan y se levantan, donde la arquitectura pensada se convierte en parte del mundo real.

Peter Zumthor


Si se ignora al hombre, la arquitectura es innecesaria.

Alvaro Siza